miércoles, 18 de abril de 2012

TODA UNA ODISEA: Entrevista Fallida con un escritor


Por: Leonardo Ortiz

Laura Isabel Rincón

Conseguir en Colombia una persona “importante” se ha convertido en todo un reto. Pasar horas haciendo solicitudes para llegar a tu sitio de trabajo, enviar correos electrónicos para ser aceptados algún día y tan solo recibir algunas respuestas a un montón de preguntas que se tienen de aquel personaje es todo un proceso, lleno de pasos muy complicados; y todo para saber sus percepciones sobre un tema tan importante hoy en día: la escritura.

Este es el caso nosotros, creyéndonos de entrevistadores pretendíamos llegar hasta un escritor para intentar conocer un poco más de su vida personal y laboral. Horas enteras de espera para escuchar –que pena muchachos está muy ocupado hoy ya no puede atenderlos, por favor vengan mañana- llegaron a desmotivarnos inicialmente y pensar que el trabajo llegó hasta ahí.

Sin embargo, esto en lugar de hacernos desistir nos hacía sentir muchas ganas de saber de aquel personaje. Leímos algunas de sus publicaciones, por no decir un montón. Llamada tras llamada, de por favor en por favor, logramos conseguir una cita, sólo teníamos cuarenta y cinco minutos para obtener la información requerida para el trabajo.

Llegó anhelado día de la entrevista. Fuimos más puntuales que nunca, con nuestra mejor ropa y nuestro libreto, celulares y memorias preparados para tan solo recibir una respuesta clave a nuestras preguntas ¿Cómo escribe? “Mi nombre completo es Donaldo Ortiz Latorre, trabajo como ustedes ya saben para vanguardia liberal y respecto a las demás preguntas,  que pena muchachos solo les recomiendo que lean mis escritos ahí encontraran lo que deseen saber de mí ¡ahhh! y gracias por interesarse en mí y mi trabajo”.

Nos miramos fijamente el uno al otro, no nos salía ni una sola palabra por lo ocurrido. Dimos las gracias, nos levantamos y dirigiéndonos a la puerta pensamos en voz alta “gracias por nada”, y enojados nos fuimos. Era increíble que ni una sola pregunta de las escritas en nuestras agendas haya sido posible responder, ahora sí, con mayor razón nos sentimos defraudados por lo ocurrido. Aun así leímos sus escritos, tuvimos que admitir que aquel hombre tenía razón, sus artículos describe cada hecho y cada sujeto mejor que las mismas palabras de su boca.

El léxico, la sintaxis, la estructura, en fin, todos los elementos de su producción eran elegidos detalladamente, cada elemento jugaba una función importante dentro de la totalidad discursiva. El trabajo era evidente, sus artículos de opinión además construirse bajo una  lógica de pensamiento, es una extensión del yo de aquel personaje. Descubrimos que era un hombre interesado en asuntos que implican a la sociedad y su forma de vida razón por la cual lo llevaron a estudiar comunicación social además de ver la escritura como un medio para generar imágenes, también  dedicado a indagar en lo más profundo para llegar a la conciencia de muchas personas y sobre todo un ser muy directo  -Según la secretaria-, tan cual ocurrió en la entrevista.

martes, 17 de abril de 2012

Fotografías de la Crónica

Como se mencionó en la crónica, las dificultades para conseguir información sobre el productos fueron muchas, sin embargo estas son tres fotos logradas con la cámara de mi celular. Me excuso por la Calidad de las imágenes.







domingo, 1 de abril de 2012

CRÓNICA #4: EL VINAGRE DE LA VIDA





Es medio día y hace un poco de calor, el hambre y la dieta me obligan a comer aquella ensalada que ofrece su receta en una revista de circulación nacional y sabatina. Momentos antes de preparar dicha mezcla de lechugas, tomates, cebolla, camarones, miel, moutarde de Dijon y vinagre de manzana que acompañará la comida de la hora, escucho a mi abuela: “me corté, necesito un poquito de vinagre ya que no hay limón”; pero “porqué esos naturales y no isodine o alcohol que hay en la casa –y de sobra-… que tiene lo uno y no lo otro”, “averígüelo”, me comenta mi abuela, “con la amiga de su mamá”. Tras mi cuestionamiento, recordé una vieja cadena de correos sobre unas prácticas bizarras con algunos elementos naturales entre los cuales el vinagre era uno de ellos.
El uso del vinagre hoy en día ya no se limita al nivel gastronómico. La  mayoría de personas suelen creer que el vinagre es uno de los elementos para hacer la vinagreta que posteriormente se echará a la ensalada del almuerzo, sin embargo, hoy en día este producto se usa como remedio casero para combatir los problemas del cuero  cabelludo o también como antiséptico contra algunas heridas. El vinagre visto y usado para transgredir su fin se llama La hogareña. Vinagre 100% natural.

Los contemporáneos usos del vinagre los conocí por medio de una cadena de correos electrónicos. Hace unos meses, en una cortas vacaciones de tres meses por cuestiones que se escapan de nuestras manos, recibí un correo llamado “Y ellos que nos quieren estafar, el sistema nos oprime” había una lista de más o menos cien usos entre el limón y el vinagre. Ahí, en aquel correo, se protestaba contra el gobierno por no difundir aquellos rituales usados por varias tribus indígenas, por los campesinos y, un poco sorprendente, en algunos países de la Europa oriental: ayudaban a prevenir el cáncer y a matar células cancerígenas, aumentar las defensas del cuerpo, luchar en contra  de los problemas del cuero cabelludo o conocido comúnmente como caspa, también contra los malos olores corporales.
 Ese mensaje fue visto por cerca de doscientas personas, lo sé porque quien lo viera y decidiera difundir la información debía poner su nombre más el número siguiente del último que lo reenvió, yo sería el número doscientos uno pero la pereza ganó y decidí dejarlo así. Me acordé del correo mucho tiempo después, justo cuando escuché en un canal nacional algunos de los usos, mencionados anteriormente, por un médico naturista, el vinagre ahora es antiséptico.


Conseguí la cita finalmente. A mi pesar no fue tan fácil obtenerla después de todo. Mi madre me dio el teléfono de aquella señora bien parecida, alta y delgada  pero no muy amable.  Mi trabajo le pareció un atrevimiento,  una falta de respeto y un seguimiento: “(…) cómo voy a estar segura que no viene solo por obtener el procedimiento que usamos y usted luego comercializa con el producto”, fueron sus palabras para darme a entender un no rotundo como respuesta. Fueron casi quince minutos para conseguir que nos viéramos, la persuasión nunca ha sido mi fuerte pero en este caso fue necesario, todo intentar hacer un trabajo de la U.
La cita quedó para el miércoles de la semana siguiente: le daba tiempo de alcanzar la producción solicitada y recoger todo lo que para ella significara delatar su manera de trabajar o tal vez solo hasta esa fecha tenía tiempo de vigilar mis acciones y no sobrepasar los límites que ella iba ponerme.
Durante casi media hora de trayecto de mi casa a la oficina en el centro de la ciudad,  pensaba como conseguir ahora una foto, ese sí que era un problema. Cuando me di cuenta que debía armar un discurso para lo conseguir aquel elemento de valor, un puente en forma de jirafa me indicaba que el momento de descender había llegado. Caminé con nervios, “cómo lograr acordarme de estas sensaciones si ni siquiera tengo donde apuntar, solo mi celular, un aparato medio inservible que me recordaba a mi ex”. El timbre fue el encargado de concientizarme, todo lo que quería hacer debía lograrlo únicamente con el celular: fotos, registros, etc.


Más amable que el en teléfono, Doña Ángela, me pidió que la acompañara a la oficina primero para que me arreglara de acuerdo a la ocasión.  El pasillo parecía un túnel: oscuro y un olor ácido quemaba mis fosas nasales; un poco seca, la piel me exigía crema humectante. Cajas, cajas y más cajas con diversas tijeras, hojas de colores y los tiquetes con las descripciones para vender, se encontraban en todas las mesas de aquella casa con intención de empresa. Su oficina, un escritorio lleno de las mismas cajas, tiquetes que se ven en el pasillo y un perchero son los únicos objetos en ese salón. Una bata blanca es descolgada y un tapabocas nuevo que sale de su escritorio como por arte de magia, me son entregados para evitar que los químicos me hicieran daño.    
“Una hora es lo máximo que puede estar con usted, tengo mucho trabajo para despachar” fueron las palabras de la dueña del lugar después de haber salido de su habitación, inmediatamente corroboré que la visita sería corta.
Los dos químicos que expedían olores fuertes estaban identificados con el nombre de Sabor artificial y ácido acético, comprados por ella misma durante esa semana, por lo que podía ver: nadie toca las cosas sin el consentimiento de ella y las botellas estaban  a medio empezar. Ni la careta lograba dejarme respirar, me sentía asfixiado, los ojos lloraban por la mezcla química presenciada.
Un poco más de media hora duró el proceso creación, de ahí partimos directo al cuarto donde se supone los recipientes del producto deben lavarse e inmediatamente llenarse, pero no fue posible. Por algún  motivo ya todo estaba ordenado. Las botellas sucias del pasillo, portadora de etiquetas y corchos estaban limpias, y llenas posiblemente por un conjuro luminoso. Saber cómo llevaban a cabo ese proceso de higiene, no fue posible, tal vez ahí estaba el secreto del producto.
Cerca de la entrada (cosa que no logré ver al momento de entrar), en un cuarto grande y con mucha ventilación  las botellas estaban listas para “ser vestidas y tener hermanas, es decir, se les pone el tiquete de la empresa y se guardan en cajas para luego ser enviadas a los locales”. Los papeles de colores y autoadhesivos botados en el piso,  muestran el estrés al que están sometidas las dos mujeres encargadas de aquella labor que se alegra solo con la ayuda de emisoras radiales o chismes del barrio de alguna de las trabajadoras.
La mirada de Doña Ángela me despedía desde ya, no dejaba de mirar la puerta. Una mano extendida y la otra alrededor de mi cuello me direccionaban a la tranquilidad de la señora. Un paso fuera de su local, un “Que le  vaya muy bien mijo, saludos a su mami” fueron las últimas frases dirigidas por ella, por lo vista mi visita solo le causó molestia y fue dada por compromiso con una amiga. No comprendí muy bien el proceso químico del vinagre y mucho menos la transgresión de este producto culinario, la única persona que logrará darme respuesta a esto será la misma persona que incitó la duda: mi abuela. 

  



domingo, 12 de febrero de 2012

CRÓNICA #3: Enfermero y estudiante


Era la tercera vez, en menos de media hora, que Johan –un auxiliar de enfermería – entraba a la habitación 203 del HUS para evitar que un señor, de ochenta y tantos años, recién operado de la próstata se quitara los amarres hechos por su  seguridad y así evitar  se levantara y decidiera quitarse la sonda puesta hace algunas horas por los doctores. Sin embargo, en eso consiste su trabajo, o por lo menos durante toda la semana teniendo en cuenta que estará en el departamento de Urología.  

Sus ilusiones académicas y profesionales se mueven en una dicotomía horaria, si trabaja en la mañana no tiene más opción que descansar y estudiar en la tarde y matricular materias en la noche, pero si trabaja en la noche, en un dulce horario de seis a tres de la mañana, estudia en la mañana dopado con café, “para salir me toca corriendo, medio bañado y cambiado y allá tomar como cuatro cafés para  estar despierto en las clases que van hasta las dos la tarde”. Por lo visto, para este universitario y trabajador, todo es válido, perder sueño, no divertirse normalmente y tener más responsabilidades de lo habitual. Ante sus ojos, todo esfuerzo es válido para lograr un título profesional y dejar de lado un título tecnológico.

A Johan no siempre le tocó trabajar y estudiar al mismo tiempo, no siempre tuvo que dividir el tiempo de esa manera, esta difícil tarea la ejecuta desde hace  tres años. “Primero estudié enfermería profesional en la UCC y mi mamá me colaboraba, pero no se pudo seguir pagando la U así que decidí retirarme y terminar en EFORSALUD y así poder trabajar particularmente o  como ahora, en el HUS”; palabras un poco amargas que salen de la boca de este joven en medio de la revisión de un termómetro y un folder de seguimiento a punto de ser entregado a uno de los doctores de turno.

Sin embargo, una de las razones por las cuales, Johan sigue en el trabajo, es el dinero, “disfruto de poder trabajar y no rendirle cuentas a nadie, es mi dinero y ahora estoy intentando conseguir una moto”. Un televisor, tres BlackBerry en menos de año y medio, la cantidad de ropa que quiera y poder pagar casi cuatro  millones por semestre es la motivación para seguir aguantando tantos días sin poder dormir bien y las carreras que debe hacer para cumplir tanto en el hospital como en su vida profesional.

Entre semana, los días se vuelven un ir y venir, con mucho estrés y con poco tiempo para dedicarle a la familia y a los amigos. “Los lunes, por ejemplo, es muy pesado por todos los accidentes que deja del fin de semana”. En promedio, el lunes a las seis de la tarde, hora de entrada, este joven debe revisar los signos vitales de quince personas que llegaron el domingo por diversos problemas de intoxicación y otros por accidentes de tránsito. “Entre martes y miércoles la mayoría de estos sujetos se van, se les dan de alta” y el jueves y viernes son solo dos días en las labores se vuelven  más livianas para este auxiliar, “por eso trato de matricular la mayoría de materias entre los tres últimos días de la semana”, me comenta mientras trata de encontrar una hoja perdida para expedir el alta de una paciente que entró el domingo a media noche por una sobredosis de cocaína.

Los fines de semana, sin embargo, para este joven universitario son el único medio de esparcimiento que tiene para dedicarse a él como sujeto y a su pareja. “Los fines de semanas realmente que los aprovecho, por ejemplo, los sábados cada quince días salgo de rumba con mi novio, y los domingos duermo hasta tarde pero cuando estudio pues trato de dedicarle tiempo en las tardes para estudiar, o a veces en las noches hasta tarde,  sin embargo, la mayoría lo sé”, y como no saberlo, pensé en ese momento, si hizo media carrera de enfermería, es un auxiliar y trabaja en salud. Y tras varios minutos de mi pensamiento y su última palabra me dice: “la mayoría de mi carrera lo sé…” Con aire de superioridad transformando el ambiente en su territorio, su reino.

Faltan aproximadamente dos semanas para que Johan entre a estudiar, y es en esta época donde duda su decide matricularse o dejar pasar, “esto sentimientos siempre llegan cuando debo matricular materias, no sé muy bien qué hacer”, un poco aburrido lo comenta, y lo sé por su rostro. Durante dos meses no tuvo preocupaciones académicas de ningún tipo, salía de trabajar y podía dormir hasta tarde, podía salir entre semana a tomar algo, no había impedimentos laborales o académicos en sus actividades y por lo viste desea que siga así, pero “ya voy en séptimo, no es justo dejar botado todo lo que he gasto y conseguido con tanto esfuerzo”, repitió dos veces sin esfuerzo alguno de convencerse para seguir con el estudio. “Parece que  trabajar y estudiar al mismo tiempo es complicado  y estresante”, añade al mismo tiempo que me brinda la mano para así finalizar una charla que tal vez lo llevaría a matricular materias y olvidarse de unas merecidas vacaciones.